Después de cinco largos días en los que Pedro Sánchez ha mantenido en vilo a la Nación, ha comunicado su decisión de no dimitir.
La carta a la ciudadanía de Pedro Sánchez
La semana pasada, el presidente del Gobierno de la Nación sorprendía a los ciudadanos con un tuit en el que enviaba una carta a la ciudadanía, anunciando su intención de dimitir después de la dura presión y vejación que, dice, han sufrido él y su familia desde el ascenso de su carrera política.
Fuera auténtica o una nueva jugada maestra efectista a las que ya nos tiene acostumbrados, lo cierto es que la opinión pública se dividió entre los que consideraban una mera treta y los que empatizaron con el presidente.
El contenido de la carta
Pedro Sánchez ha publicado un comunicado dirigido a la ciudadanía en general, a través del cual él se defiende de acusaciones y ataques políticos dirigidos hacia él y su esposa, Begoña Gómez. La carta detalla cómo un juzgado de Madrid ha abierto diligencias previas contra su mujer a petición de una organización ultraderechista llamada Manos Limpias, que busca investigar supuestos delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios.
Una presunta campaña de acoso y derribo
Sánchez sostiene que estos ataques son falsedades promulgadas por medios de derecha y ultraderecha y que su esposa colaborará con la justicia para aclarar los hechos. Critica la estrategia de acoso y derribo que él ve como un intento de socavar su legitimidad y la de su partido político, el Partido Socialista, el cual representa una opción política progresista, y argumenta que los ataques van más allá de lo político y se adentran en lo personal.
El presidente ha argumentado que la denuncia original fue archivada por falta de fundamentos y critica el papel de políticos conservadores y ultraderechistas como Feijóo y Abascal. Sánchez utiliza una cita de Umberto Eco sobre la «máquina del fango», haciendo alusión a tácticas de deshumanización y deslegitimación contra oponentes políticos.
Un tiempo de reflexión para decidir si seguir o no
Finalmente, Sánchez habla de la necesidad de reflexionar sobre su posición y la de su esposa ante los ataques. En esta línea, ha anunciado que tomará un breve receso de su agenda pública para meditar sobre las acciones futuras. El lunes ofrecerá una comparecencia prevista para informar sobre su decisión ¿será Pedro Sánchez el segundo presidente que dimitirá de la Democracia?
La decisión final: no dimitir
Fuera un acto genuino o una estrategia política, la realidad es que ha permitido al presidente como al PSOE dar un golpe sobre la mesa. El CIS además publicó una encuesta electoral en la que el Partido socialista salía muy bien parado. Han sido muchas las muestras de cariño como las manifestaciones en favor del Presidente y en «defensa» de la democracia. Pero otros sectores poblacionales han manifestado su desazón e incluso miedo a la reacción del ejecutivo. Tras cinco días en los que mantuvo a la Nación en vilo y en los que el debate político giró en torno al comentario de Sánchez.
El texto completo del comunicado de Pedro Sánchez en la que anuncia que va a seguir y que no dimite
«Buenas tardes. Ccomo saben, el pasado miércoles escribí una carta dirigida a toda la ciudadanía. En ella les planteaba si merecía la pena soportar el acoso que desde hace 10 años sufre mi familia por presidir el Gobierno de España. Hoy, tras estos días de reflexión, tengo la respuesta clara.
Si aceptamos todos, como sociedad, que la acción política permite el ataque indiscriminado a personas inocentes. Si consentimos que la contienda partidista justifique el ejercicio del odio, de la insidia y de la falsedad hacia terceras personas, entonces no merece la pena.
Si las mentiras más groseras sustituyan el debate respetuoso y racional basado en evidencias, entonces no merece la pena. Por muy alto que sea, no hay honor que justifique el sufrimiento injusto de las personas que uno más quiere y respeta. Y ver cómo se intenta destruir su dignidad sin el más mínimo fundamento.
Tal y como les anuncié, necesitaba parar y reflexionar sobre todo ello. Y sé que la carta que les envié pudo desconcertar, porque no obedece a ningún cálculo político. Y es cierto. Soy consciente de que he mostrado un sentimiento que en política no suele ser admisible. He reconocido ante quienes buscan quebrarme, no por quién soy, sino por lo que represento, que he dudado.
Esta situación, que no deseo a nadie. También porque, sea cual sea nuestro oficio, nuestra responsabilidad laboral, vivimos en una sociedad donde solo se nos enseña y se nos exige mantener la marcha a toda costa. Pero hay veces en que la única forma de avanzar es detenerse, reflexionar y decidir con claridad por dónde queremos caminar. He actuado desde una convicción clara, o decimos basta a esta degradación de la vida pública o determinará nuestro futuro, condenándonos como país.
Es cierto que he dado este paso por motivos personales, pero son motivos que todo el mundo puede entender y sentir como propios, porque responden a valores troncales de una sociedad solidaria. Y familiar, como es la española, porque esto no es una cuestión ideológica. Estamos hablando de respeto, de dignidad, de principios que van mucho más allá de las opiniones políticas y que nos definen como sociedad.
Esto nada tiene que ver con el legítimo debate entre opciones políticas. Tiene que ver con las reglas del juego. Si consentimos que los bulos deliberados dirigen o dirijan el debate político, si obligamos a las víctimas de esas mentiras a tener que demostrar su inocencia en contra de la regla más elemental de nuestro estado de derecho, si permitimos que se vuelva a relegar el papel de la mujer al ámbito doméstico teniendo que sacrificar su carrera profesional en beneficio de la de su marido, si en definitiva permitimos que la sinrazón se convierta en rutina, la consecuencia será que habremos hecho un daño irreparable a nuestra democracia.
Exigir resistencia incondicional a los líderes objeto de esa estrategia es poner el foco en las víctimas y no en los agresores, y confundir libertad de expresión con libertad de difamación es una perversión democrática de desastrosas consecuencias.
Por tanto, la pregunta es sencilla: ¿queremos esto para España? Mi mujer y yo sabemos que esta campaña de descrédito no parará. Llevamos 10 años sufriéndola. Es grave, pero no es lo más relevante. Podemos con ella. Lo importante, lo verdaderamente trascendente, es que queremos a España. Quiero agradecer de corazón las muestras de solidaridad y de empatía que hemos recibido de todos los ámbitos sociales.
Lógicamente, me van a permitir un agradecimiento especial a mi querido Partido Socialista. La movilización social, que vuelvo a agradecer, que ha influido decisivamente en mi reflexión y quiero compartir con todos ustedes lo que finalmente he decidido. De ello he informado previamente al jefe del Estado esta misma mañana.
He decidido seguir, seguir con más fuerza si cabe al frente de la presidencia del Gobierno de España. Esta decisión no supone un punto y seguido, es un punto y aparte, se lo garantizo. Asumo ante ustedes mi compromiso de trabajar sin descanso, con firmeza y con serenidad por la regeneración pendiente de nuestra democracia y por el avance y la consolidación de derechos y de libertades. Asumo la decisión de continuar con más fuerza si cabe al frente de la presidencia.»