Aunque no dejemos de repetir que invertir es algo sencillo, es cierto que es inevitable que genere cierto reparo, especialmente al no haberlo hecho nunca. Pero como cualquier otro miedo, deberíamos afrontar y superarlo o, de lo contario, perderemos todos los beneficios que puede conllevar. Vamos a tratar de olvidarnos del miedo a invertir.
¿Por qué aparece el miedo a invertir?
Principalmente, son dos las creencias o sesgos que hacen que el miedo a invertir sea tan habitual.
- El rechazo a las posibles pérdidas: Las pérdidas siempre tienen un efecto superior al de las ganancias. Preferimos no perder 5€ a encontrarnos 50€; así somos. Por esto, al plantearnos la opción de perder capital, por poco que sea, nos genera malestar y terminamos por posponerlo.
- El deseo de disponibilidad: Como ya sabes, invertir implica dejar el dinero fuera de nuestro alcance durante un tiempo y eso supone limitar su disponibilidad, cosa que de nuevo, nos genera malestar e intranquilidad.
¿Cómo superar el miedo a invertir?
Fórmate.
El conocimiento es poder, y nunca mejor dicho. Cuanto más sepas y controles de inversión, más tranquilo podrás mover tu dinero. Entender cómo funciona los mercados es clave para maximizar tus beneficios, pero también para reducir el miedo de las primeras inversiones.
Cada vez que te sientas angustiado o intranquilo, dedica tiempo a aprender sorbe el asunto en cuestión y verás como sientes alivio.
Define tu perfil de inversor.
Nada como tener claro cuál es tu aversión al riesgo para tenerlo controlado. Antes de realizar cualquier movimiento, define qué tipo de inversor eres y qué cantidad de riesgo te gustaría asumir en función de tus características y situación personal. Una vez lo tengas claro, te será mucho más fácil asegurarte de que operas siempre dentro de tus propios límites.
Crea un fondo de seguridad.
¿Y si todo sale mal? Es una posibilidad remota, pero existente. De ahí la importancia de crear un fondo de seguridad que como el propio nombre indica, nos de seguridad. Ahorra hasta tener los gastos fijos de unos seis meses y separa esa cantidad para que, en caso de necesidad, puedas recurrir a ella. Esto debería darte la holgura suficiente para operar con calma y sin buscar resultados inmediatos.
Empieza cuanto antes.
“Caminante, se hace camino al andar”; y en la inversión ocurre lo mismo. Una vez te hayas formado, hayas definido tu perfil como inversor y hayas creado un fondo de seguridad, solo queda dar el paso definitivo: invertir.
Posiblemente este primer movimiento no sea la mejor operación de tu vida, pero lo importante es que supone el inicio de tu etapa como inversor.