El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente ruso, Vladímir Putin, se han reunido en el que ha sido uno de los encuentros diplomáticos más esperados —y más controvertidos— del año. La reunión, celebrada a puerta cerrada durante más de tres horas, ha estado rodeada de gran expectación internacional. Y es que, sobrevuelan el evento las recientes tensiones geopolíticas entre ambas potencias, los efectos colaterales de la nueva política arancelaria estadounidense, y la guerra energética en el este de Europa.
Los pormenores de la reunión
Aunque la agenda oficial abarcaba temas como la estabilidad estratégica, la proliferación de armas nucleares, la situación en Ucrania y Siria, y la cooperación económica, lo cierto es que muchos analistas interpretan el encuentro como un intento de Trump por recomponer su imagen en el escenario internacional tras el revuelo causado por sus medidas comerciales. Putin, por su parte, ha aprovechado la ocasión para reforzar su posición como figura clave en el tablero global. Y es que no hay que olvidar que Rusia está intensificando sus lazos con China y otros actores fuera del eje occidental.
Trump y Putin sobre Ucrania
Uno de los puntos más controvertidos ha sido el diálogo en torno a Ucrania. Fuentes próximas a la delegación rusa sostienen que Putin habría presionado para que Estados Unidos reconociera, al menos de forma implícita, el control de facto que Moscú mantiene sobre ciertas zonas del Donbás. Washington, sin embargo, ha insistido en la “defensa de la integridad territorial ucraniana”, aunque sin declaraciones especialmente contundentes. Esto ha generado críticas entre aliados europeos, que temen una nueva era de ambigüedad estratégica por parte de Estados Unidos.
El armamento nuclear y la economía
Otro aspecto relevante ha sido el debate sobre armas nucleares. Ambos líderes habrían discutido la posibilidad de renegociar un marco post-New START, que expira en 2026, con el objetivo de incluir nuevos sistemas armamentísticos y controles más estrictos. Sin embargo, no se ha anunciado ningún acuerdo formal, lo que hace temer una posible carrera armamentística renovada.
Por último, la reunión también ha tenido un tono económico. Putin habría planteado a Trump la posibilidad de rebajar ciertas sanciones económicas impuestas a empresas rusas clave, a cambio de facilitar ciertos acuerdos energéticos. Aunque no se han firmado pactos en este sentido, ambos gobiernos han emitido comunicados que apuntan a la “necesidad de mantener abiertas las líneas de comunicación” y de “trabajar hacia una cooperación pragmática”.
En definitiva, la cumbre Trump-Putin ha sido más simbólica que resolutiva. Si bien no se han producido grandes anuncios, sí marca un punto de inflexión en la política exterior de Estados Unidos. En esta línea, deja claro que Moscú y Washington están decididos a reposicionarse en un mundo cada vez más volátil y multipolar.